He calzado la vista
con los cristales de mirar hacia otro lado
perdiendo esfuerzo en un pulso
contra el
inevitable reojo
hacia el espejito mágico de mi antípoda
capaz de marcar a fuego entre ceja y ceja
sin habérselo preguntado
quién es la más bella del reino
he jugado, torpe, a ilusionista
tratando de distraer
con fuegos de artificio
la imagen
de las yemas
de unos dedos
sin mi huella dactilar
arrancando melodías mudas
que quise haber compuesto yo en tu espalda
he cargado el petate de milongas
papel de arroz y morfina
para acampar en un pico de la luna
y recordar que olvidaba que no quería
desgastar mi misma piedra de tanto tropezón
